Oaxaca, Oax.- Entre 1580 y 1588, el célebre escritor, filósofo y humanista francés, Michel de Montaigne, escribió sus célebres “Ensayos” en tres tomos. Era en pleno Renacimiento. Su visión sobre la naturaleza humana y, respecto a los animales es impresionante. Sobre todo, de aquello que el humano le regatea, en torno a inteligencia y fidelidad. Escribe sobre perros que, al morir sus amos, se negaron a comer o se lanzaron a la pira en donde eran incinerados sus cuerpos.

“En cuanto al hombre -decía- es el ser con más inclinación al odio, la ambición, la avaricia, la crueldad y la denigración”. Nada podemos refutarle hoy, cinco siglos después, con todo el escenario mortal que hemos vivido en México. Y es que frente a la crueldad contra hombres o animales hemos franqueado los límites de la inhumanidad y la atrocidad.

En Oaxaca hay una ley que castiga el maltrato y provocar la muerte de animales de compañía. Pero no va más allá, pues existen rastros clandestinos en donde sacrifican a reses y cerdos, con un sadismo brutal. La tortura innecesaria está presente. Hay envenenamientos masivos de perros. Atzompa, Mitla, Huajuapan, Calpulalpan, Tlalixtac, son sólo hechos recientes. Pero los hay, como en Ánimas Trujano, en donde empistolados envalentonados, los sacrifican a balazos. Y nadie hace nada.

Si bien se sanciona la venta de cachorros en la entrada de súper mercados, la semana anterior, un sujeto puso su puesto en el piso del Andador Turístico, donde ofrecía en supuesta donación a un perro, quien yacía con las patas alargadas en un sueño profundo, por el que pedía una lana. Más aún: ¿Qué mueve a algunos a tirar un mendrugo de pan envenenado a un perro callejero hambriento? No más que un acto miserable y de crueldad.

Porque hay que decirlo también, son los menos. Ha crecido la cultura de la protección. Vecinos que ponen recipientes de agua y alimento frente a sus casas, para aquellos animales que no tienen hogar y andan deambulando por las calles. La denuncia en redes sociales se ha multiplicado. Las fotos o videos de quienes desde sus vehículos arrastran perros o abandonan gatitos en la vía pública, también.

Y hay organizaciones civiles que, con una gran vocación altruista, han creado refugios y salvado muchas vidas animales. Perros amarrados y a la intemperie. Abandonados en azoteas sin agua, sin alimento. Así, no faltan ejemplos de nobleza frente a otros en donde está ausente el mínimo esbozo de sensibilidad y humanidad.

Es cierto, es una utopía creer que algún día esa falta de raciocinio y crueldad desaparezcan. Si no hay recato en el respeto a la vida humana, menos la habrá con los animales. Y pese a la aplicación de la ley en algunos casos, habrá de prevalecer la impunidad y los arrebatos de barbarie. Sólo la creación de una cultura de civilidad frente a estos actos, podrá devolver la cordura y el respeto por la vida de los mismos. (JPA)