La llamada austeridad republicana, que fue bandera en los nuevos íconos del poder público, no sólo ha sido una falacia, sino una verdadera tomada de pelo al pueblo. Hace dos trienios, cuando se estrenaba la bancada mayoritaria de Morena en el edificio de San Raymundo Jalpan, hubo dos o tres legisladoras que, así textual, se rasgaban las vestiduras para rechazar lujos, remodelaciones de sus oficinas, vehículos o pago de telefonía celular. Casi se inmolaban públicamente con su ropaje de pobres.

Pero nada más probaron las mieles del dispendio, de los millones debajo de la mesa, del pago por evento y otros asaltos al erario, plegaron las alas. Guardaron el discurso de primero los pobres y se dejaron llevar por la inercia de una fingida e hipócrita austeridad. Hacían fila ante funcionarios de Finanzas para exigir obras, pedir moches a las constructoras y meterle la mano al cajón de los recursos con el afán del indigente: un hambre incontrolable.

Con el arribo del gobierno de la Primavera Oaxaqueña, el gobernador Salomón Jara hizo un llamado a su equipo para conducirse en apego a los principios de la austeridad republicana. Y los ha habido, contados con los dedos, que han cumplido. Pero la mayoría no. Despliegue de poder con decenas de guaruras; camionetas blindadas; viajes en primera clase; lujos y excesos. El mal ejemplo cundió por todos lados; el hábito se hizo costumbre y la violación a los principios se hizo institución.

Aplaudimos la decisión de cerrarle la llave a las centenas de organizaciones sociales, vividoras del erario y barriles sin fondo, a fin de hacer economías y canalizarlas a programas prioritarios de los más necesitados. Igual se dijo, que el emplazamiento para el despido de 1 mil 300 trabajadores de base, presuntamente irregulares, era para racionalizar el pago en servicios personales. Pero, ¡oh, contradicción!, se pagan decenas de millones de pesos en artistas de moda o grupos musicales o desayunos y huateque.

Entre los años 110 y 127 de nuestra era, el pensador romano Juvenal, publicó sus célebres Sátiras. Una de ellas, la más célebre dice así: “Desde hace tiempo -exactamente desde que no tenemos a quién vender el voto- el pueblo romano ha perdido su interés por la política y, si antes concedía mandos, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y circo”. No hay medicinas, pero ya vino Julión Álvarez, Los Ángeles Azules, Molotov y Pablo Montero. ¿Quién sigue”

Hace unos días, con motivo de la reunión del Consejo Político del Movimiento de Regeneración Nacional -Morena-, la presidenta Claudia Shainbaum envió una carta en la que pide un retorno al discurso inicial de su partido. Rechazo al nepotismo, el dispendio y la vanidad. A los viajes al extranjero pagados con el erario; a los vuelos privados de alto costo. Un coto a quienes están socavando, con sus excesos, la poca credibilidad que aún le queda a su partido. ¿Fue en verdad un mea culpa o sólo ardid publicitario? (JPA)